Lo que pasó ayer en La Ciudadela es algo que pocas veces sucede en el mundo del fútbol. Las finales siempre son partidos cerrados, en los que el buen juego casi siempre queda de lado; la fricción y las ganas triunfan por sobre el jogo bonito.
Pero San Martín dio cátedra sobre cómo deben disputarse los partidos decisivos: con convicción, con entereza anímica, con buen fútbol y con contundencia. Sí, el “Santo” mostró algunos destellos de fútbol total, pasó por encima a un rival que pareció no haber pisado La Ciudadela y armó una producción que podría servir para que cualquier entrenador de un equipo que debe disputar una final, le muestre a sus jugadores.
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San Martín hizo todo bien en una tarde magnífica, que quedará grabada a fuego en la memoria de esos más de 25.000 privilegiados que pudieron ver en vivo y directo el cuarto ascenso a la máxima categoría de un “Santo” furioso, lleno de buen juego, y de goles.
“Volvimos a ocupar el lugar que nos merecemos”
“En nuestra casa seremos 12”, había dicho Maximiliano Martínez, poco después de perder el primer “chico” en Junín. Y así fue. Los hinchas armaron una terrible fiesta y los jugadores pusieron la música y los goles. El equipo mostró su mejor cara justo en el partido más importante de la temporada, en el que estaba en juego el último boleto para codearse con los grandes en la próxima temporada.
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Si existían algunas dudas sobre cómo podía responder el equipo ante la presión de comenzar abajo en la serie, esas se escurrieron casi en un abrir y cerrar de ojos. Porque el equipo salió a comerse crudo a su rival cual fiera hambrienta y, en tres minutos le asestó dos uppercut al mentón a un Sarmiento que quedó tambaleando, algo aturdido y que no pudo recuperarse nunca más.
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Lucas Acevedo al minuto y Gonzalo Rodríguez, a los tres, sacaron rápidamente la ventaja que San Martín debía sacar, en 90 minutos, para consagrarse sin tener que recurrir a los penales. Sí, se sacaron rápidamente el problema de encima y se lo trasladaron a su rival.
Pero más allá de que durante el resto de la primera mitad haya especulado y le haya entregado la pelota al “Verde” para que hiciera lo que quisiera, el resultado no corrió peligro nunca. Porque para eso también corrigió el único error que había tenido en la ida: no saber resolver los pelotazos frontales para Lucas Passerini y para Nicolás Miracco.
En el campo de juego: una feroz pelea entre hinchas de San Martín pudo terminar en tragedia
Ayer, los centrales “santos” tomaron nota de ello y se “comieron” a la dupla de ataque visitante. Así, Sarmiento no pudo generar peligro nunca; y para colmo, en el inicio del complemento, San Martín recuperó ese hambre voraz para liquidar la serie en pocos minutos. Claudio Bieler en dos ocasiones y otra vez Acevedo le pusieron el moño al regalo más soñado por sus hinchas. Y claro, poco importó el descuento de Nahuel Estévez, porque lo de San Martín en el partido más importante de la última década fue sencillamente brillante. Tuvo solidaridad, hambre de gloria, contundencia y fueron todos puntos altos para dar el salto en el momento más esperado.
El equipo respondió y ascendió como lo debe hacer un grande: tirando la “chapa” en el césped y dejando en claro que en Bolívar y Pellegrini nadie puede faltarle el respeto. Ahora es el turno de los dirigentes que deben aprender de errores pasados para no volver a repetirlos; porque el “Santo” se fue de la “B” y todos esperan que sea para nunca más volver.